Existen numerosas clasificaciones de las zonas de entrenamiento de la resistencia que han sido habitualmente establecidas con el fin de facilitar el control de la carga externa del entrenamiento de los deportistas. Esto suele llevar a una reducción del nº de zonas, habitualmente entre tres y cinco que pueden dificultar la atención preferente hacia adaptaciones más especificas dentro del espectro de adaptaciones que contribuyen a la mejora de la resistencia y que pueden suponer, a su vez, una simplificación arriesgada de las condiciones de entrenamiento y de las adaptaciones biológicas y neuromusculares que las mismas producirán en el organismo de los deportistas. Sin embargo, cada una de las zonas de entrenamiento deben caracterizarse por un conjunto de adaptaciones específicas y determinadas para la mejora de la resistencia y por los métodos de entrenamiento adecuadas que faciliten en la práctica la construcción de tareas de entrenamiento que guien hacia el logro de tales adaptaciones prioritarias.